sábado, 14 de julio de 2012

Desde el otro lado del charco

David Rodríguez

Parece mentira... Que hasta hace tres o cuatro años esto estaba lleno de españolitos, que venían a Natal de pulsera, ocho días por setecientos euros avioncito, cama, animación y caipirinhas, todo. A ver culos, a ver si los cataban y a ponerse morenos. Los aventureros se me llegaban hasta el Amazonas, a recorrerlo en canoa, a perderse en la madre selva entre manglares y mosquitos y hacerse el Coronel Tapioca un rato. Y los más curiosos se me bajaban hasta Río de Janeiro, a bailotear un poco de samba, a soltar cintura y cadera y liberarse de tanto trabajo, tanto horario, tanta hipoteca y tanta cagada. Qué vida la europea...

Hasta había aprendido a decir kaixo, y agur y eskerrik asko, que los vascos son muy de lo suyo y allá donde van quieren enseñarte su lengua, y si se empeñan, hasta te sacan un txikito de la botella de vino que tienes tú refrescando ahí en el cubito, para cuando terminas de dar betún. Que ellos no son españoles, son montañeros, es distinto. A ellos poco betún les daba, también es verdad, con esas sandalias de goma y velcro, escaso negocio. Pero luego te venían los que ya sí son españoles, que parece que se les distingue por los pies, las señoras con zapatito plano y los caballeros con calzado cómodo, de piel algunos, otros de plástico que de mayor quería ser piel pero no llegó a viejo. Y ahí me sacaba yo mis reales, sí señor. Buenos tiempos aquellos, buenos tiempos...

Pero oye, que se les ha venido todo encima y ya ni se acercan. Ahora les come el paro, y los recortes, y se les va la educación pública al carajo, y hasta los funcionarios empiezan a quedarse sin pagas. Y mira cómo es la vida de curiosa que resulta que precisamente ahora los chinos, los rusos, los indios y los brasileros somos los que empezamos a sacar la cabeza, bueno, yo soy brasilero de segundo, de primero soy y seré siempre uruguayo, del maestro Tabárez y del enorme Benedetti, de fornicar en los umbrales porque uno es claustrofóbico y siempre encuentra agorafóbica, y así me van los amores y la vida, que nunca asiento el culo.

Y digo yo... que hasta que me note subiendo como el Brasil, hasta que me llegue la ola emergente al bolsillo, tendrán que venirme más turistas. Porque ni a los hermanos portugueses se puede recurrir ya... A ver si conforme la economía aquí va tirando p'arriba a mí me van descendiendo ya esas seis torrecitas de latas de betún, que no se me mueven y ya estoy aburrido de ver al Pájaro Loco en la cajita...