¡Sacadme de aquí!
|
David Rodríguez |
- ¿Has visto a ese, Berta?
- ¿Cuál? ¿El del culo carpeta?
- ¡No! ¿Cómo va a ser ese, joder? El de la chupa de cuero y los pantalones de cuadros, ese morenazo de rizos... Anda... entra y llévame contigo...
- Desde luego, a ti te va lo duro, ¿eh cariño? No me extraña que hayas acabado aquí.
- ¿Y tú? ¿Tú que te crees que un día de estos te van a llevar a un escaparate de Dior? Por favor... Además, ¿qué tiene de malo esto?
- Nada. Salvo que es una tienda leather de tres al cuarto con aspiraciones pero para cuatro pelaos. ¡Un quiero y no puedo!
- Pues yo estoy encantada. Mucho más animado que antes, cuando pasé un par de años en las galerías aquellas, las de segunda mano en Ahornstrasse... ¿Cómo se llamaban?
- ¿La Pulga Gris?
- ¡Qué memoria tía! ¡Eres un puto mac!
- Unas tienen labios, otras tenemos cerebro.
- Ah, claro. Tú eres mucho mejor. Me parece que a ti tampoco te gustaba tu vida, pero la señorita Berta, o mejor, el señorito Hans, no paró hasta que le cambiaron las cejas y le pusieron sujetadores con relleno. ¡Oiga, cuarto y mitad de tetas!
- Por favor... ¿Os queréis callar? ¡Estoy tratando de hacer un ejercicio de telequinesis que vi ayer con esa papelera y no hay forma de concentrarse!
- ¡Venga, la mística! ¡Ya estamos todas!
- ¿Que viste ayer dónde? ¡Si no te has movido de aquí hace tres meses!
- ¡Lo leí en una revista!
- ¿Sí? Ah, claro. Igual saliste al kiosco un momento que me agaché a subirme las medias y me despisté...
- ¡Jaaaaajaja! ¡O cuando te sentaste en el suelo para cambiarte los zapatos por las zapatillas de casa!
- ¡Lo leí por encima del hombro en la revista de una chica que estuvo ayer apoyada en el escaparate! ¡Que todo hay que explicároslo!
- ¿La gótica?
- ¿La que se pasó media hora esperando y no vino nadie?
- Normal, yo si hubiese podido hasta me habría ido de aquí por no verle. ¡Qué raíces, dios!
- Pero qué mal karma tenéis... No me extraña que no os pase nada bueno...
- Nos ha tocado compartir escaparate contigo... ¡No te digo más!
- A palabras necias, oídos sordos. Voy a concentrarme en la energía positiva de ese árbol.
- ¿El sauce?
- ¿El sauce que han meado tres perros en lo que llevamos de día?
- ¿El sauce que van a talar para construir un parking debajo?
- ¡No lo van a talar! ¿No habéis visto los carteles que han puesto en el videoclub de enfrente los del grupo ecologista? ¡Bah! Seguro que no sabéis ni leer...
- Chss-chss, cuidadito, que aquí la macarra, la que me echa en cara que quiera el futuro digno que me merezco en Dior, tiene un pasado que no te imaginas. ¡Cuéntale a la mística, Berta!
- Sí, bueno... Al principio estaba en una tienda de diseño muy chula... Ya sabes, pijos, modernos, lo típico. Al lado tenía siempre montones de revistas de arquitectura, fotografía, moda... ese rollo. Y un sofá donde la gente se sentaba a hojearlas. Así conozco, por ejemplo, lo que hace Gehry...
- ¿Quién es ese Gerhy?
- Un arquitecto muy famoso. Hizo el Guggenheim de Bilbao. Es como un barco de titanio al lado de un río.
- ¿El barco navega por el río?
- ¡Joder! ¡Es un museo! ¿Cómo va a navegar?
- Oye, que hay barcos-museo donde suben niños a aprender cosas de navegación.
- ¿Y tú de dónde te has sacado eso?
- Antes, cuando era hombre, estuve en una tienda de sombreros de caballero, guantes, botas de...
- Mírala, como para ir a la caza del zorro en Inglaterra...
- Calla, y la tienda estaba al lado de un colegio. Un día escuché a unos profesores hablando de que se los iban a llevar de excursión en barco por el Spree.
- ¡Eso te gustaría, mística! ¡Ahí verías un montón de árboles para chuparles la energía!
- Me llamo Ulrika y... ¡Bah! A ti han debido de chuparte el cerebro. O igual se te ha escapado por esa raja que tienes en el cuello...
- Cuidado, que esta es una herida de guerra.
- ¿Ah, sí? ¿Dónde te la hiciste?
- ¡En el lado oscuro! ¡A ti te lo voy a contar!
- Uffff... Señor, dame más si más merezco.
- Vamos, Berta... No te pongas tan a la defensiva con la mística... No es mala persona...
- ¡Pues nada! Que cuando rediseñaron la tienda aquella pija, me dejaron al lado de un contenedor y dos borrachos me agarraron, hicieron el cerdo todo lo que quisieron y después me cogieron de los tobillos y me golpearon contra el bordillo!
- Pobre... Te partiste el cuello...
- ¡De cuajo!
- ¿Y se te fue muy lejos la cabeza?
- ¡Imagínate!
- ¡Mira! ¡Vuelve tu hombre! El de la chupa de cuero y los pantalones de cuadros...
- ¿Quién?
¡¡Genial, Maite!!
ResponderEliminarY es que si los maniquíes hablasen....
Un abrazo guapa y millón de...
Besos desde Estella.